Por: Eva Reinoso
Endeudadas en la economía cotidiana el ajuste nos encierra más y más en un
círculo donde no podemos decir NO a trabajar más por mucho menos; a
comprar menos por mucho más.
Quedamos condicionadas, por un lado las madres solas, quienes
seguramente sufrirán la explotación y el trabajo precarizado, y las mujeres
trabajadoras del hogar “amas de casa” que quedarán totalmente expuestas y
sometidas al machismo por el hecho de tener que depender
económicamente de sus maridos y no tener recursos para lograr su
autonomía, siendo ésta una de las peores violencias: no poder cortar con el
sometimiento por el hecho de estar obligadas a garantizar el plato de comida
a los pibes.
Desde el Estado, quien se supone debe garantizar más recursos para que
nuestros derechos se respeten, lo único que está garantizado con este
endeudamiento es más opresión y violencia en todos los ámbitos que
recorremos día a día: pagamos $9 un boleto, $32 el kilo de pan, $25 un litro
de leche, en los Centros de Salud y Asistencia Pública no hay insumos y cada
vez menos profesionales, empeorando así la atención. Tarifas de luz, agua,
gas, alquiler: impagables! Tenés que elegir qué deuda queda para el mes
próximo porque sabés que no podés pagar todas las cuentas este mes.
Esta deuda nos condena a permanecer en el circuito de consumo que maneja
el capital, en el que los porcentajes de ganancia son excesivamente
innecesarios, sosteniendo el aumento de su capital, pasando a ser nosotras
las que involuntariamente financiamos más poder en el tiempo al
patriarcado.
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