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La cachanga colectiva : “algo que nace chiquito y se expande”

Por Liliana Cabrera

Tener la autonomía para pensar, mejor dicho, estar consciente de tener la autonomía para pensar, aunque me equivoque. Autonomía, Territorio y Revuelta, sin fronteras, eso quiero. Porque usted, compañera feminista que me habla solo de teoría, Buttler, Wittig o Segato, no me ve de igual a igual, no escucha con tanta apertura lo que yo tengo para decir.

Ningunea los años de resolver en la emergencia, de patear el territorio desmenuzando lo vivido y estas ganas locas de hablar como si fuera solo un “hecho social”. Territorio que es mi cuerpo, azotado por los temporales del ajuste, por la violencia de un Estado sobre mí.

A la hora de escucharme, me aplaude como si fuera un mono a quien le festejan la gracia; “Pobrecita, no entiende de conceptos, no importa lo que dijo, aplaudamos la experiencia de vida”. Cuando yo, junto a otras, NOSOTRAS, nos paramos para defender lo que pensamos, conceptualizar, para debatir y dar batalla, ya no desde las armas, sino desde nuestras palabras que muchas veces fueron deslegitimadas por un Juez, por un Defensor, por la policía, y también por aquellxs que sienten empatía. Usted me aplaude en una asamblea pero en un acampe o en una vigilia se queda solo para la foto y si me ve en la calle, levanta el vidrio por temor a que la afane. ¿De qué tiene miedo? no soy el macho abusador. Usted arranca, aprieta el embrague y le da con todo al acelerador.

¿Será que en el fondo sabe que los privilegios no se ceden, se arrebatan?

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Editorxs Tinta Revuelta

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